Hace unos días, el Sábado para ser más exacto ya pasando de
las ocho de la noche, me encontraba frente a mi ordenador escribiendo algunos
capítulos de lo que será la novela del siglo, algo de suspenso por aquí, la
muerte de un personaje principal por allá, terror entre los habitantes de mi
pequeño mundo, un poco de alegría que se opacaba con la frialdad de la
injusticia, amores que se vuelven
imposibles por la muerte, en fin,
nos los voy aburrir con sórdidos detalles, el punto aquí fue una pequeña
interrupción de uno de mis hijos, les presentare a Ángel, nombrado así por mi
difunta abuela, que más que una abuela , fue una madre para mí, cosa que no
viene al caso en estos momentos, Ángel con tan solo cinco años de edad, puedo
presumir que es una pequeña criatura monstruosa fascinante (cabe recalcar que como mal
padre, siempre nos molestamos poniéndonos apodos de una forma divertida, es un
juego entre él y yo, recalco por los puritanos que llegasen a horrorizarse por
nombrarlo criatura monstruosa), curioso como todo niño, gusta de jugar, construir, de
imaginar, ama muchas de las cosas que yo hago y quiero, la lucha por el amor de
su madre es una pelea sin cuartel, capaz de defender su honor a capa y espada
cual feroz guerrero y a la vez puede ser
más tierno que un recién nacido , y para mi fortuna le encanta leer, apenas
tiene algunas semanas leyendo, ha logrado entender los jeroglíficos que usamos
para comunicarnos, aunque aún se le dificulta un poco la comprensión de grandes
textos como a todo niño de esas edad, pero como todo siempre se avanza poco a
poco para poder llegar al objetivo, yo
no había notado su presencia hasta que note una sombra tambaleándose al unísono de un poema de origen goliardo
dedicado a la diosa romana de la suerte, con esto puedo decirles que soy un amante
del drama y depende de la intensidad de la pieza musical que escucho mientras
escribo mis aventuras, varia la dramaticidad de la historia y valla que las
cosas iban mal para los personajes de mi novela; solo que tuve que tomarme un
respiro para atender al más pequeño de
mis hijos, todo el mundo debe recordar que la familia es primero ante cualquier
otra circunstancia, traía en su mano un libro indicándome una sola cosa, aquí
debo recalcar algo, una de mis grandes tareas a ejercer ya muy llegada la noche,
es acostar a mis pequeñines, para poder dormir, se nos ha hecho una agradable
costumbre que yo les cuente algún cuento, de su muy abastecida colección, en
ella podemos encontrar joyas de la calidad de El Principito, La señora más mala
del mundo, el Diario de Greg y uno de mis favorito desde mis años inocentes en
primaria, El fantasma roba tortas,
recuerdo que del rincón de lectura lo tomaba una y otra vez y no paraba
de leerlo, en el puedes encontrar recetas para preparar tortas de jamón, de
salchicha, de huevo entre otras de una
calidad Gourmet que el mejor chef del mundo ya quisiera igualar, pero eso es
otra historia, les contaba algo antes de que me imaginara degustando una torta
de jamón, el libro en la mano de Ángel indicaba la hora de dormir, en su mano
traía “El Principito”, cuento que muchos conocerán, pero lo curioso aquí fue
que el mismo al estar revisando su pequeña biblioteca de cuentos al leer el
titulo se percató que era el mismo título de una película que habíamos visto en
familia hacia unas pocas semanas, en su curiosidad por saber me pregunto que si
era el de la película, yo afirme y me dispuse a llevarlo a su recamara, por
primera vez el insistió en leerme la historia a mí y no al revés, ese día, el
momento del cuento duro casi el doble de siempre, pero no importo, leía una o
dos palabras y el me preguntaba si lo hacía correctamente, yo lo alentaba, lo
corregía en ocasiones, lo ayudaba en otras, el punto aquí fue la alegría que me
causo que se tratara de esforzar en algo que a mí me gusta hacer, en ellos se
debe inculcar todo lo bueno de nosotros, y la lectura es una de las cosas más
importantes que les podemos dejar, no solo por ser un buen habito, si no por
todo lo que pueden llegar a aprender sin nuestra ayuda, no los forcemos a
realizar este tipo de cosas, lo importante aquí es que se formen hábitos de una
manera saludable y armoniosa, yo como padre quiero que ellos conquisten el
mundo solo me queda brindarles las herramientas para que ellos lo conquisten a
su modo y que mejor que un pequeño libro de vez en cuando.
Hoy, siendo el día del padre aunque muchos solo sean progenitores, y digo esto porque cualquiera puede ser procreador de un vástago, pero no todos cumplen con la normativa para poder hacerse llamar papá, dejando a un lado mi rara metáfora sobre quién o no puede llamarse verdaderamente padre, recordé una frase de unos de mis libros favoritos de García Márquez –Memoria de mis putas tristes– el cual dice lo siguiente: “El primer síntoma de la vejez es que uno empieza a parecerse a su padre”, yo literalmente nunca conocí a mi padre, viví bajo el yugo de una figura materna que subyugaba mi persona para que me volviera un instrumento de su felicidad, pero eso es otra historia, a mis treinta y dos años, me he percatado que he vivido más de lo que quisiera y he hecho menos de lo que he podido, y ya me siento muy viejo y derrotado, volviendo a la frase de García Márquez, me hace pensar en cual habrá sido mi primer síntoma de vejez ¿serán los achaques sobre mi persona? ¿Será ese insomnio que n
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