Y es cuando una noche a mediados del penúltimo mes del año, aquel hombre, lleno de pesar y dolor en su alma, recordaba aquellos hermosos momentos de vidas que no volverán, sosteniendo el control de una consola de videojuegos en sus manos, asesinando a diestra y siniestra rusos, alemanes y uno que otro americano, perdía los últimos minutos de su día de una noche no tan fría como aquellas que lo habían cobijado semanas atrás en esta epoca del año, al parecer el perdía más puntos que los que algún día en sus mejores momentos de gloria como jugador empedernido lograba realizar, la vista ya no le daba para apuntar, sus manos le pesaban y por más que lo anhelaba la diversión y felicidad que este juego antes le provocaba hace años, ya no regresaba.
Y es que en la vida existen muy pocos momentos de lucidez en nuestras almas, momentos en los que nos damos cuenta de que algo está marchando mal en nosotros mismos; este pobre hombre tan decaído mientras apuntaba a sus enemigos comenzó a darse cuenta de algo, él no lo entendía, aun no alcanzaba a notar que algo andaba mal, la sombra de sus problemas no lo dejaban ver más allá de lo que su aburrido juego le mostraba, un pequeño maullido en la cocina lo distrajo de sus pensamientos, su pequeña compañera de departamento había tirado algo nuevamente de la mesa, pensó rápidamente en aquel día que acepto que aquel felino se quedara a vivir con él, lo más raro fue aceptarlo a sabiendas de su alergia y su desprecio por ellos, pero en su memorias recordaba lo dura que era la soledad que tan ferozmente lo acompañaba; jamás se dió cuenta como poco a poco todo su panorama había ido cambiando, el color en todos lados se habia apagado, había aprendido a cobijarse con el manto que esta bella dama llamada “soledad” le brindaba, ahora un segundo despues él y su gata se ignoraban totalmente como ya se habia vuelto una costumbre.
Regreso a si mismo ignorando al animal como ya se había vuelto un ritual entre ellos, viendo una pantalla que mostraba un marcador que lo único que le indicaba era que el momento de dejar a un lado cosas como un videojuego que ya no le generaba emoción alguna, había llegado; sentado en aquel sillón roído por el gato y desgastado por el tiempo, fiel testigo de que aquel hombre no siempre tuvo un alma apagada, este pobre hombre sintió el pesar como muy pocas veces lo habia sentido en realidad, el pesar de una persona que había perdido las ganas de vivir…
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